libro La llave de David Dra Dorys Judith Lopez R
Por los encumbrados parajes huye el “Ciervo”, no pudo conseguir un camino más
accidentado que éste, pudo correr por caminos abiertos para emprender la
retirada; siempre la retirada, nunca la huida
Sus Pasos se adaptaron a lugares montañosos
y parajes inseguros, adopto los cascos de sus pies, a una vida difícil de seguir. Los riscos
son sus preferidos, le gusta el peligro de las alturas, que presenta todo tipo
de dificultad, pero es huidizo e inseguro cuando apenas ve acercar la
adversidad.
Solo un ruido, latido, ecos rumores y sonidos hacen huir el alma
inconstante y fluctuante del comportamiento de quien quiere ser ciervo.
Quien se hace ciervo es como la onda del
mar que se desliza en su vaivén inconstante, ahora aquí mañana allá. Arrastra
consigo lo bueno y lo malo, sube grande y furiosa ante los movimientos
implacables de las capas tectónicas, y arrasa con fiereza sin misericordia todo
lo que se pone a su paso.
El entendido ve acercarse el mal y se
aparta más, el falto de entendimiento, se lleva el peligro por delante y cae en
El. Corre con fuerzas descontroladas e infundadas por las murmuraciones y el
terror de caer en ellas.
No solo emprende la escapada con terror
sino que enseña a todo aquel que está a su merced a huir.
Quien es el sabio y prudente que hace una
edificación y la pone sobre un lugar seguro como la roca?
Quien es sabio, no cae en el mal, sino
lo ahuyenta con su retirada manifiesta y segura.
Pondrías una casa en el borde de un
peñasco? Lo pesado de su edificación terminará arrojándola al precipicio, aún
sin desearlo. Y con ella todo aquel que se haya refugiado en ella.
El Siervo hace correr al cervatillo, enseña
al cervatillo huir, es su ejemplo más inmediato, le enseña desde sus primeros
meses a emprender una retirada
acompañada de cobardía.
El bebe cervatillo en su ignorancia
adquirida, se obliga a seguir a ciegas el comportamiento de su Padre, temeroso
inseguro y desconfiado del más mínimo ruido, así sea el arroyo de unas aguas tranquilas.
La mente intranquila que no conoce a Dios,
que no sabe controlar su independencia del creador, solo ve sombras donde hay
un sol radiante
Huye el impío sin que nadie le persiga, y
en su escapada va dejando estelas de incomprensible desacierto. Su hamartia
acostumbrada de errar el blanco, exaspera cada día más su necio corazón.
El ciervo, Hace grandes zancadas y ni
siquiera lo advierte, puede correr velozmente parte de su don de velocidad ilimitada ,Cuernos temibles
que anula con una mirada indefensa e insegura, ésta arma que Dios le ha dado, la ostenta en su frente entre sus ojos y solo es usada de adorno y ornamento antes que defensa y valor .
Es hermoso e imponente
pero lánguido y débil, su voluntad la rinde ante el nerviosismo de ser atacado
y no poder enfrentarlo, nunca se enfrenta, nunca se expone, siempre huye como
si le debiera a la vida y a los hombres, siempre se esconde dudando de sus
grandiosas cualidades que el Señor de la naturaleza le ha dado,! oh incauto
animal!.
La llave de acierto la pierde cada día con
su inoperancia e inestabilidad emocional, El hombre que lleva la llave de David advierte cualquier peligro y lo mira de lejos. Avistando el mal y apartándose de
el.
A su cervatillo le enseña que posee grandes
cualidades que no pueden serle arrebatadas, y le enseña usarlas.
Nadie es siervo a sus propias expensas,
todo siervo tiene un Señor, Todo Señor es capaz de representar a su fiel
servidor. En mas alta escala el Señor de Señores posee las dotes necesarísimas
para enseñarnos a ser” siervos” y no
“ciervos”.
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